" (...) Aún hoy no sé cómo explicarlo, solo sé que un impulso vital me alentaba a luchar, a no rendirme; pero al mismo tiempo, sabía que no podía continuar viviendo por vivir, a no salvarme porque sí, sino a direccionar mi voluntad y mi esfuerzo hacia un proyecto de vida sensible, a una realización personal integral, de alcance colectivo. Me recomendaron reposo por tres meses. Imposible tanta calma para un hombre que ha vivido a salto de mata. Cuando superé el trauma, los dolores agudos en la parte alta de la espalda, el vendaje todavía sangraba, pero me encontraba tan lleno de Fe e ilusión, que emprendí el primer viaje de mi nueva vida. (...)"